¿Qué hacemos con Ucrania?

| Luis Solana

La verdad es que la Guerra de Ucrania está muy mal contestada por la comunidad democrática internacional.

Hemos cometido un pecado original (la inmensa mayoría) al pensar que esta guerra realmente era un problema interno de un imperio soviético en descomposición y mal gestionado. Sin duda algo hay de eso, pero de ninguna manera es justificación para la invasión de un vecino con miles de muertos (miles de muertos) en la operación.

Para empezar, Rusia ha actuado convencida de que opera sobre un territorio «suyo» desde siempre. El descaro de la violenta entrada en Ucrania tiene muchísimo que ver con esa Historia de comunidad que ambos países han tenido durante siglos. No es una excusa pero sí es una explicación sobre lo que, en otro caso, sería impensable. ¿Se puede alguien imaginar una entrada de tanques rusos en Polonia? Estaríamos hoy desescombrado las ciudades de medio mundo destruidas por bombas atómicas.

Nuestras dudas fundamentales sobre qué es Ucrania nos han llevado a aceptar (sí, aceptar) un conflicto que también nos daña a nosotros.

Alemania fue la primera potencia europea que empezó a tratar a Rusia como si fuera un país «normal». Lo que pasa es que el primer dato para considerar a un país «normal» debe de ser que ése país pueda ser considerado una Democracia. Y Rusia no estaba en esa clasificación ni se esperaba que lo estuviera. ¡Qué error de Alemania la construcción de largas tuberías para el suministro de petróleo ruso! ¡Qué inmoralidad esos sueldos impresionantes de algunas grandes figuras alemanas incorporadas a los Consejos de grandes empresas energéticas rusas!

Todo eso nos ha cegado a los europeos y hemos creído en la «normalidad» rusa. Y de ahí la dificultad de reaccionar ante una invasión pura y dura del Ejército ruso de un país libre y tan cercano a muchas casas europeas.

Y el problema ahora está siendo complicado, lleno de riesgos según soluciones y colocando el gas y el petróleo ruso en posiciones más eficientes que algunas divisiones blindadas.

Por supuesto que no debemos olvidar que, si para nosotros este conflicto es complicado de afrontar y de resolver, para Rusia lo es tanto o más. Es muy complicado saber lo que pasa en la economía y en la ciudadanía rusa, pero se intuye el ambiente de dolor que las autoridades rusas disimulan con cinismo diplomático. No le van bien las cosas a Rusia en su frontera oeste. Ya no puede ni soñar con aumentos de su territorio apoyados en la Historia: todo sus entorno está llamando a las puertas de la OTAN para que los riesgos guerreros sean mínimos.

De este conflicto, lo que seguro que salen son unas fronteras rusas con riesgos de reducción de su perímetro mucho más que de ampliación. Esperemos algún tiempo.

¿Y España? Nada. Los precios domésticos de la energía o un cese en el CNI, originan muchos más debates que el conflicto ucraniano. Nuestro país es así y así será como buen hijo de su Historia.

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